viernes, 18 de diciembre de 2009

" UNA NOCHE DE DICIEMBRE "

                                           " UNA NOCHE DE DICIEMBRE "

Nos pasa desde hace mucho tiempo, y ocurre...

Cuando el espectáculo más grato se encuentra situado a unas tres zancadas hacia el frente.
Cuando las piernas tiritan nerviosas al ritmo de compases familiares.
Cuando la animación conjunta disfruta acotada entre la estructura de un pabellón (llamemósle "Anaitasuna").

Cuando transcurren una, dos, y hasta tres horas... con su receptiva prórroga, que acogemos de buen grado. Y no se hace otra cosa que corroborar que el entusiasmo natural es más fuerte y hábil que el cansancio. Lo burla, pero sí no fuese suficiente, se permite el lujo de robarle el impetu, abriéndole la mirada con la ganzua prestada por un espabilado repertorio.

Cuando los ojos no pierden de vista el camino; iluminando con relámpagos unos fugaces guiños sobre el escenario.
Cuando el hipnótico entusiasmo da por nulo el salto de una cansina rutina ("que mala rutina...").
Cuando el placer de estrofas, notas y estribillos se desloma de tanto trabajar por los bucles sensitivos del cerebro.

Cuando el regocijo derrapa por un suelo marcado de huellas, y una vez escurrido el paño impregnado de sudor, se le pasa concienzudamente, para que recupere el brillo renovado que tenía el primer día.
Cuando, y sólo entonces, te das cuenta que en el almacen de los buenos ratos están los estantes a rebosar. Poseemos un orgulloso "stock" de bienvenidas, abrazos, sonrisas... y despedidas. Aunque de estas últimas, nos gustaría desprendernos al ritmo del postrero acorde, aún hoy perceptible en nuestros oídos.

Y cuando todo lo citado anteriormente no pase... malo, muy malo. Será para empezar a preocuparse. Mientras tanto seguimos aquí, y otra noche sin dormir.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

" DESCANSO AGOTADO... INSERTE EL IMPULSO EXACTO"

                                             
Divagando sobre lo amenazante que resulta a veces comprobar a aquellos que toman decisiones de manera digítal y cosas de esas. La verdad sea dicha es que  no me quedaba convencido.

Esos instintos que surgen con naturalidad, lapidados a pleno sol, y con pedradas de seguridad a base de agresiva firmeza... lo veo todo demasiado perfecto, y por ello sin encanto alguno.
Yo prefería la maquinaria de toda la vida; la imperfección narrada a cada instante con cavilaciones risueñas. Esos parones, arranques, averias, y atrasos (o a la inversa). Todo a tiempo real, nunca diferido.
Ahí, dándole cuerda a las leves y repetitivas reflexiones en movimiento. Con el pulso exaltado. Nada de pilas, ni baterías con bornes que se comunican. Conforme pasan los días sólo dejan ideales tóxicos; pensamientos radioactivos, y lo peor, polos positivos en corrosión avanzada, mientras los negativos dan sobrecargas de cinísmo a la sensibilidad.

Mirando mi reloj veía los rayones en su cristal circular. No iba a ganar nada escondiendo las horas y los minutos con el puño de la manga del destiempo. Aunque tengo que decir que yo también he usado los pensamientos digítales, en sesiones de esas que aburren a cualquier "maestro conferenciero venido a menos". Por cierto, acertada medida de cara a un ahorro energético del hogar... todo el mundo a asistir a discursos de da igual qué orador, sabio, o mequetrefe de renombre y alto caché. El problema es que aparte de sueño, no te sirve para palíar el frio, pues te calientan tanto la cabeza con promesas que incumplirán, que la sangre no corre por el cuerpo, es cierto eh. En una de estas, a los inteléctuales, o aspirantes a progres de hoy andar por pasillos de sede política, mañana haciéndome fotos con los desfavorecidos,  les van a tener que amputar alguna de sus extremidades por congelación. Y visto el riesgo, casi qué mejor que te pase en el "K-2"o el "Anapurna", escalando la cara oculta de tu personalidad, que en un anfiteatro de cualquier congreso.

Parecido y curioso lo de los receptores neuronales... con el "sanalógico" ganaba en rapidez de cambio. No cómo ahora, que hay veces que la expresión se te queda clavada y no das señal alguna. Tampoco es que sea culpa de los conectores de carácter irrefrenable. Será quizás lo que sospecho, pues hace tiempo que mi teoría recela de los montajes en cadena. Veo que los comportamientos ya sean reales o ficticios, tienen mas naturalidad y mejor definición de imagen sincera de cara al espejo, sin cables.

No sé... pero resulta difícil situarse en este lupanar de autómatas de corriente continua y alternada. Hasta hacen de la gratitud un mecanismo de conformidad. Gracias por la confianza depositada (faltaría...), gracias por el favor (... ¡Por favor!). Ah, gracias por esas palabras mudas deletreadas con gestos ( Entre la "A" y la"Z" se me van a la cama sin cenar).
Su tabaco, gracias...
Ha elegido sin plomo, gracias por utilizar nuestros servicios...
No olvide pasar por caja antes de retirar su vida, o le meteran dentro aunque sea doblado. Simplemente... prometo estar agradecido, prometo estarte agradecido (la voy a escuchar en cuanto acabe) .

Lo único que hay que poner atención es en descifrar cuando las gracias son sinceras... porqué haberlas, las hay... por suerte. Démosle hoy su "Tamiflú"de mañana y que nos cure de todo lo perfecto y normal.

jueves, 28 de mayo de 2009

" CHEQUEOS "

" CHEQUEOS "

Esperar siempre fue de pacientes. Tenía que matar el tiempo, y los pies me reclamaban sus roces diarios de suelo. Me colé despreocupado por la zona restringida a dar una vuelta para despistar al reloj. Una vez allí, me paré en seco y con cautela a curiosear. Pude ver que en los quirófanos de la confianza ciega, las miradas cortantes eran las herramientas infectadas de mayor uso; bisturís de tres al cuarto, fabricados con defectuoso material, y con cierto filo de irregularidad. En la primera incisión siempre dejaban un rastro de insomne cicatriz ojerosa. En algunos casos era necesaria una segunda, pero antes había que despertar a los destellos vistosos de sus parálisis oculares.

En la unidad de quemados, la euforia y el júbilo cubrían sus llagas (vete tú a saber de qué grado), con la pomada abrasiva que le regaló en sus visitas pasadas la tristeza; marcada a fuego con el acero bronceado en llamas.

Supuse que debía descender otro piso. El panorama pintaría mejor (creía...), y no me equivocaba. En el paritorio se esforzaba la vida; desempeñando su labor de comadrona nombrada por decreto y estado embarazoso. Sudaba tinta en cantidades industriales. Mientras, la fantasía abierta de piernas, daba a luz a las tiernas fábulas de cuerpo arrugado por sus baños en líquido amniótico. Los lloriqueos eran capitulados entre los fecundos inicios del cuento. Las contracciones sincopadas en el preludio de la moraleja final.

Crucé un pasillo, apareciendo en otro pabellón; rodeados de paredes deslucidas se encontraban unos biombos negros, calculaban divisiones sin intimidades en los cocientes con restos de pudor, aunque llevando decimales arrastrados consigo. Me escudé detrás de uno y agudicé el oído... pude sentir a los corazones bombeando en calma, con una inerte regularidad, muy propia de las ritmos dictados por el metrónomo de las rutinas matrimoniales. Por el contrario, al otro lado fibrilaban en un suspensivo salto al vacío, los enclenques compases cardíacos de los que lo tuvieron en un puño y lo agarrotaron en demasié.

En planta, la situación era diferente. La austeridad se acababa de arrancar la aguja por la cual le era suministrado un suero codicioso de avaricias intravenosas y de gotero lleno. Evidenciaba una escena delatadora, sin duda. Resultaba hiriente ver el ramal de hemoglobina que descendía a vía abierta por su brazo. En la habitación contigua, la memoria padecía episódicas convulsiones de amnesia transitoria, y claro... de ahí sus lagunas mentales de cauce variable que inundaban sus recuerdos. En la cama de al lado, a la locuacidad se le habían dislocado las confesiones de largo recorrido, y ahora no tendría otra opción que sobrellevar como pudiese a sus sinceridades escayoladas en rácanas monosílabas.

Ya había pasado un buen rato. De vuelta a la sala de espera, me senté junto a los pensamientos acongojados. Yo los había traído, y ahora no podía dejarlos ahí tirados... ¿Qué clase de tutor sería entonces?. Entré con ellos de la mano
cuando los reclamaron al nombre de "Los Don Nadies" por megafonía...

- ¿Todo bien doctor?.
- Sí, nada por lo que preocuparse. Todo normal, vamos.
- Uff, , menos mal (dije, mirando con mueca cómplice a mis pensamientos).
- A la fantasía ha habido que hacerle al final una cesárea para qué
pariera la última palabra, su ocurrencia no daba mucho de sí. En cuanto al corazón, déjelo que siga
como hasta ahora; dando tumbos y viajando veloz. Sí se cae de bruces...
mercromina, alcohol, y a correr. Que no le marquen los pasos, y
en el caso de notar taquicardias... buena señal... lo que no se
mueve, acaba averiándose.
A la imaginación, procure darle de forma aleatoria su dosis
de música sin ningún tipo de compasión. El sarpullido sinestésico
de voz rota y agradable rascado, sonará como nunca con las
uñas rabiosas de la adrenalina acumulada.
En lo que respecta a confianza, memoria, euforia etc, etc... Ya tienen
reestablecidas las constantes vitales, y... eso es todo. En
recepción, asegurese de que firman el alta y lléveselos a casa, tienen sueño atrasado y dormir les vendrá bien.
- Hasta otra, entonces.
- Ah!, me olvidaba... siga dejando algo de libertad a las palabras.
Ya sabe, que salgan por ahí, que se tomen algunos tragos, que alternen entre
saliva y fonemas con las charlas amenas, de noche mejor, el metabolismo parlanchín funciona mucho más equilibrado.
- ¡Hecho!.


lunes, 11 de mayo de 2009

" BICHEJOS "

"BICHEJOS"
Me importaba muy poco el no encontrar una charca a salto de mata sobre la cual practicar la inmersión de manera vilipendiosamente salpicante.

Las tripas me estaban entonando la cantata de la hambruna en versión distorsionada, con unos coros rasposos y graves. La lengua se secaba sin remedio ante la deshidratación a la que la estaba sometiendo, de forma eventual por eso, con un estado de aridez indefinidamente agrietado.

Fue entonces cuando pude ver en el suelo húmedo ciertos manjares a los cuales hincar el diente, pese a que no fuesen sus sabores de mi agrado, pero el caso era comer algo.

El método de caza sería simple, más ramplón de lo normal, con conducta repelente, y ejerciendo de apostáta arrepentido al tener que sondear algunas veces el terreno al lado de ellos.

Tenía de todo. Gusanos profanadores de manzanas pecaminosas, dejando como trofeo intacto un corazón seco. Mantis saboreando el cigarro que calma los músculos tras la pasión, llevando a cabo homicidios post-coitum en el lecho pasional de las ramas crepúsculares del otoño. Escarabajos y ciempiés con experiencia demostrable en el arte de la cata por los tugurios de los arrabales. Pulgas que desertaban de las perreras de la coherencia, encontrando en cuarteles y comisarías un nuevo habitat uniformado de nula integridad.

Por el camino iba a encontrarme también con cucarachas diplomadas en oficiar casamientos sin verdades. Sermoneando sandeces en los púlpitos de catedrales repletas de babosas y holgazanes con títulos de realeza. Hormigas explotadas a destajo, siempre reivindicativas ante las vejaciones de sus derechos en los hormigueros embarrados del subsistir. Saltamontes impulsándose de un escaño a otro y tomando la palabra en la tribuna de la demagogia.

Hoy no era el caso, aunque sí lo que mejor me sentaba, pero... respetaría la veda, no fuese que se extinguieran esas garrapatas que no precisan de la cola de impacto para aferrarse bien a la píel de los noctámbulos, los cuales siempre llegan puntuales a las puestas de sol, y que ni por asomo se pierden la lección que imparte el sabio destino en los abrevaderos de la granujería.

Curiosamente mi instintiva hambruna me concedió una tregua. No iba a engullir nada de lo que veía. Unos me podían sentar mal hasta el envenenamiento; con otros hasta podría acabar tomando un trago. Tampoco entraba en la hoja de ruta los baños en insecticida, por el bien del medio ambiente.

Al final, lo sensato será untar mi lengua con un ramo de ortigas, y croar un poco por lo bajini del picor... gajes de la natura.

domingo, 10 de mayo de 2009

POSA VASOS SIN BARRERAS

" POSA VASOS SIN BARRERAS "

Mis pasos dormidos me habían llevado hasta aquella mesa. Necesitaba la dosis de cafeína de rigor para acelerar un poco los despertares del caer la tarde. Por mis auriculares se enredaban notas con frases adaptables a ilimitados personajes, y a otros que como yo, transitan con esas canciones a cuestas, como lo hace el caracol que carga constantemente con su concha.

De repente me fijé en algo (cosa muy habitual en mí)... puede que por curiosidad, o tal vez por el simple hecho de marear a la indiferencia de lo que me rodea en cualquier habitáculo de ciertos metros cuadrados y botellas colgando cómo murciélagos... observé de forma poco disimulada que a dos mesas por delante de mi espacio de inspiración, unos ojos negros tatuaban miradas fijas y penetrantes con tinta endelebre. Su iris violaba la intimidad de él, atravesándole a modo de resplandeciente cuchilla.

Lo abrazaba con las manos, a la vez que lo empañaba con su aliento. Un rastro de saliva resbalaba por el torso de él, hasta que ella con su dedo anular le daba el alto, y era entonces cuando la gota mutaba su figura en su yema, cubriéndola con delicadeza.

Él no tenía la culpa de quedarse inmóvil y mudo... de observar todos los relojes con las esferas barnizadas de nicotina. Era ella la que lo vestía con ropajes variopintos e inusuales; unas veces con tonos naturales y otras con vivos colores embriagadores. Así lograba desnudarlo, a tragos , con la delicadeza del sorbo residual de los sentimientos, y con el poco acierto de los Cupidos mancos que tienen que elegir con impotencia entre el arco o la flecha.

Las cicatrices de él eran el resultado de muchas rozaduras, también de ciertos y para nada considerados abrazos. Muescas que podrían haberle herido los sinuosos labios a ella. No pasó. Pero de haber sucedido, los trazos que enmarcaban sus silencios, se hubiesen teñido de un rojo más vivo que el carmín que maquillaba sus sonrisas cautivas en aquel instante.

Le daba vueltas... sus sordos sentidos experimentaban la ley de la gravedad en estado líquido cada vez que sus muñecas giraban epilépticamente sincronizadas. Mientras él, notaba como el palmo escaso que separaba sus besos agrietados se fundía con su entrecortada respiración. Contemplaba en primer plano los destellos de sus parpadeos, a la vez que escuchaba las patadas que soltaba contra las paredes de su pecho su corazón; ese karateca acorazado, preso experimentado en fugas desde el interior de su cuerpo.

Los desfiles que calmaban la sed se sucedían una y otra vez por la pasarela de la garganta, cayendo traquea abajo. Pensé que podían no haber despertado de ese sueño; que los silencios de ambos levitasen hacia el infinito, como expresos desbocados sin raíles ni catenarias lascivas. Ella, lo podría haber robado. Nadie lo hubiese echado en falta. Viajaría siendo un reo cúbico y feliz en su bolso, rozando a cada paso su cadera...

Quizás si un involuntario e inoportuno gesto no lo hubiese arrojado al suelo y convertido en añicos, así sería... pero puede que por eso u otras razones me tocase la hora de marchar. Pagué el café tuneado con gotas de agua de fuego, y volví a colocar otra vez a los rocanroles emigrando de oreja a oreja antes de poner el píe en la acera. Aunque confieso que aún ahora, sigo creyendo, o mejor dicho, me gusta pensar que cuando pasé a su lado oí en mi imaginación una voz susurrante decir... "No me toques, ahora sí que te podrías cortar tú".

domingo, 25 de enero de 2009

PODRÍAMOS SER TODO ESO

" Podríamos ser todo eso"

¿Qué podríamos ser de mayor?... por decir alguna cosa.
Ninguna respuesta a mi pregunta... esperé diez segundos y de forma reiterativa miré a todos los ocupantes del vagón hasta que del fondo se levantó una silueta ensombrecida, y con un tono de voz firme, segura y rascada, contestó tapándose la cara con la bufanda...

¿De mayor?... muchas cosas y ninguna. Podría encargarme simplemente de collar los tornillos del ánimo ajeno con las tuercas hexagonales del desvanecimiento intermitentemente abandonado por las fuerzas de flaqueza. Aunque aflojar bombillas en casa ajena, liberando a los interruptores del cambio de estado me resulta motivador, del "on" al "off" sin necesidad de mover otro dedo que no sea el mio.

Por qué no, engrasar las cadenas de los reductores atascados con ácidas micciones de cinísmo. Y ya puestos, y sin salirnos del ramo; achicar los litros de lágrimas que se acumulan en los depósitos de cualquier inframundo sentimental, me interesa; no lo reconocen por no avergonzarse en público, pero sé de buena tinta que viven bajo el umbral de la pereza, fecundando lagunas sensitivas con caricias, por el método in vitro y sin que sirva de precedente.

Mi zapatero de confianza dice que en un futuro muy próximo habrá hasta opositores al cuerpo de frotadores de suelas gastadas, con estropajo y salfumán como herramientas indispensables, y sin guantes para protegerse de las irritaciones en las manos.

Puestos a no forzar mucho el físico, lo de transportar la empatía en furgones blindados de abrazos, puede interesar. Herméticamente aislados y a salvo de la indiferencia. A todos a los que les interese no cargar con el egoísmo propio les puede resultar algo enriquecedor.

Luego ya, si se está libre de escrúpulos, y se aguantan los pisotones... siempre tendremos un puesto reservado como alfombrero en el pasacalles del pataleo. Para después, ser esos sufridores verbeneros que soportan sin ápice de dolor los pasos mudos y subtitulados de los bailes de claqué en versión original.

No sé el resto de ustedes, pero ahora me quedaría con lo de ser tertuliano sin micrófono y de palabra censurada entre la "i" y la "k". Sin empadronar a nadie en la reserva natural de las opiniones ajenas, y pivotanto sobre mi actitud. Marcar con cada letra el perímetro prudencial de los que no entendemos ni jota de nada y todo del resto. Pero... a día de hoy, reconozco que sigo haciendo horas extras memorizando clandestinamente agrias serenatas de desamor, para pasado un tiempo almibararlas con diabéticas estrofas. Puede que no sea un éxito mundial y reconocido, pero sí que se trata de ese coreado totum revolutum por las mentes cantarinas que peregrinan al mausoleo de la comprensión... con los corazones anticipadamente flameados de acetosos renglones de sobremesa y baja densidad.

Bueno... estaría todo un día contestando, pero me van a perdonar todos y cada uno de los aquí presentes, pero es que esta es mi parada. Espero haberles servido de ayuda. Buenas tardes y seguro que nos volvemos a ver, aunque sea la última vez.

(Y la sombra puso su píe en el andén, dejándonos a todos recapacitando y pensativos, yo el primero por preguntar al aire... curiosa curiosidad.)

"Las letras atadas jamás se miran de reojo"

"LAS LETRAS ATADAS JAMÁS SE MIRAN DE REOJO"

Ni viviendo mil años se pueden conjugar los verbos succionados de las sensaciones sin adulterar. Pasan los tiempos; y saltando por encima de todos, se ayudan de la pértiga imperecedera de un no parar nunca.

Tienen una vitrina reluciente en la cual conviven los monigotes con artrosis y los arlequines que siempre se quedan a cuadros, es la mejor colección de tara apreciable que se puede encontrar hoy en día. Por eso llevan a la práctica la maniobra de no encestar los abrazos en los bolsillos sin forro. Tampoco pierden el rato en coser dobles a las verdades con hilo de pescar transparente.

Miran de cara las ventanas tapiadas a cada atardecer, y venden al mejor postor un baúl repleto de risas irónicas y ya de vuelta de todo. Dejan, claro está, unas pillas carcajadas de fianza; siempre al servicio de la más incorrecta y transgresora poética de cuarto menguante y carácter retroactivo.

Abrasan la píel a cobro revertido con las llagas aún recientes que dejan las miradas inflamables. Las acciones traicioneras les han tendido siempre emboscadas sorpresivas, creando una fila de palabras con o sin sentido, dependiendo de su innata asimilación.

Tienen a cualquier hora en su poder y bajo llave, una artillería bien variada de cumplidores antídotos, que caminan a gatas por los pasadizos tóxicos de soberbia cultivada en jardines aparentemente productivos.

En estos momentos andan en la tarea de tirar por la borda botellas preñadas de frases primerizas, apareándose así con la primera anárquica existencia que se cruce en su camino. Mañana, en el salón de actos de los puntos y las comas complacientes, rajarán las alfombras estampadas con ese genuíno cerrar y estirar de dentadura tan particular, será visto y no visto.

Al cabo de unas semanas, limarán las estelas que dejan las soledades en los altos hornos de la ingratitud, y alguien escribirá sobre las utópicas y honestas sensaciones con párrafos impregnados de sudor agridulce. Unas breves líneas, solamente unas letras unidas y con la mirada en el presente. Habrá que firmar y sellar los sobres con las babas corrosivas de sus conexiones soldadas alfabéticamente libres.

martes, 13 de enero de 2009

" A JUGAR"

" A JUGAR"
Hoy tenemos un festejo. Nuestra reina de corazones regresa para completar la baraja. Vuelve con todas las energías renovadas tras unas largas y no menos locas vacaciones en su particular limbo.

Me tocará ir cuanto antes a la tintorería a recoger el smoking de fuerza. Apretaré al máximo las correas y luciré los trofeos de carmín de sus trasnochados electro-shocks en la solapa. Serán como las medallas del oficial autista al que condecoran por no haber dado ni una orden jamás.

Una vez en la fiesta observaré al resto de invitados, los mismos de cada año, salvo alguna baja de última hora (cosa rara). Separados los unos de los otros por unos prudenciales pasos, como si fueran archipiélagos de sentimientos en la antesala de la tímida soledad.

Estará aquel que siempre hace sus versos fajos encendidos de fuego vivo. Atento en un rincón, sentado sobre el suelo, se hallará el que vacía contenedores de desprecios en los vertederos de las bondades. Más al fondo, pálido y transparente, el que subraya cada día páginas en blanco para colocarlas a posteriori como cortinas en los bastidores de su ingenuidad.

A medida que anochezca, reconoceré a la que prescinde de espejos retrovisores para viajar siempre en la chepa de los cangrejos. La que viste su desnudez con prendas sustraidas en las boutiques de lujo y las luce como nadie sobre las pasarelas de la pasión. No iban a faltar las Julietas sinceras, a las que les entran retardadas arcadas de última hora sobre el altar, y no tienen prejuicios para vomitar sobre el hombro de los Romeos de turno. También gozarán de su protagonismo las musas activistas que colocan bombas lapas de inspiraciones debajo de los lechos de la imaginación.

Ah!, y el momento estelar de la noche será cuando efectuen su entrada al frenopático del azar los jueces de la partida. Me asignarán como cada año anunciarlos con voz segura : Srta. ALUZ... Sr. SEFINÍ...
Hagan juego.

" Y TÚ...¿TIENES PAPEL?"

"Y TÚ...¿TIENES PAPEL?"
Nos dicen que es normal carecer de sangre fría en este reparto de personajes...¿Quién lo asimila adecuadamente?. Más bien, será que después de hervirnos horas y horas en el cazo de las sorpresas hemos alcanzado un alto grado de ebullición, las ampollas en nuestros sentidos son el reflejo de todo ello.

La tarjeta de embarque a la delirante imaginación está muy borrosa por el manoseo de muchos dedos empañados. El espíritu acartonado y las almas puntiágudas, milímetricamente dobladas con estilo artesanal, con ese estar y parecer en el improvisado desarrollo de la papirofléxia tozuda. La misma que se ejecuta sobre montones de hojas con incierta maestría.

Cada loco con su tema dicen, y el nuestro pudiera ser que nos lo sople la fantasía al oído con el complice auricular de la conciencia cual apuntadora. Y es que... Si miramos de aprender todos los actos de un tirón, se nos atraviesan por nuestra escasa capacidad para asimilar la obediéncia titulada de los portazos a coz suelta. Si no paran de decirnos que nuestros píes nunca están en el suelo, no nos extraña. Para eso ya le robamos ciento y pico metros de alambre a la equilibrista razón, y sobre esa fina base caminamos con la humilde zancada del existir prófugo.

Quizás no nos hayan dotado de una línea de corriente lo suficientemente agresiva para soportar como lo hace el resto la alta tensión. Es muy común que a nuestra tranquilidad se la saque de sitio un día sí otro también, y que nuestras entendederas regresen a casa como si fuesen balletas... Ahora nos hacemos cargo del porqué de ese afán por reedecorar las paredes con espuma, tal vez de tanto jugar al "un-dos-tres... pica pared" con su frente, se estaba dejando su paga extra de serenidad en vendas y esparadrapos.

Por lo tanto, no queda otra que seguir pendientes de que la tinta no se nos cuaje, y que las llamas que nos quitan el frío no pasen de acariciar las puntas del papel que nos han asignado en este largometraje con el que liamos la realidad.

"CON EL PATROCINIO DE LA LUNA"

"CON EL PATROCINIO DE LA LUNA"

Había soplado la última cerilla de sus aburrimientos estivales con el aliento tenaz de un abrupto suspiro. Las pocas intenciones de hablar salían de las estancias anexas a la sequedad de su garganta. Se paseaban por el patíbulo bucal con la libertad cortada de la sin hueso charlatana.

Sabía de sobras que las autoconferencias mentales de conclusiones reflexivas no eran otra cosa que colchones perforados por cavilaciones de tercer grado. Sobre ellas, las frases pronunciadas sin sentido roncaban en imaginativas siestas, con los pijamas que le prestaba el siempre locuaz desvelo.

Una larga noche de subidas y bajadas, con desniveles quebrantando las piernas... Otro sinfín de taburetes sobre los cuales pedalear al ritmo de conversaciones sin freno. Siempre con la débil inspiración colocada en el centro del pelotón de los trucos a la vista. Esperaría el ansiado corte que le obligase a colaborar en la fuga de las calladas por respuesta. Como resultado, el predecible y descarado demarraje enérgico mientras se dejaba ver el repecho de la oscuridad.

El estómago liberado de sólidos. Los dedos eran tentáculos rebuscando al tacto en el interior del bolsillo... En el avituallamiento no fiaban, así que habría que recuperar líquidos como fuese posible, aún quedaba un descenso nocturno a tumba abierta y con los párpados a medio cerrar.

A pocos centílitros de coronar ya no se podía ejercer de obediente gregario del agotamiento, cualquier artimaña era buena para no descolgarse de la cabeza.

Antes de finalizar, esquivaría la meta dando un rodeo burlón. Mirando con el rabillo del ojo los escalones del podium. Aguantando la respiración, con tal de dejarse caer por el vertiginoso terraplén del amanecer... Ese segundón que cambia de plato a la luna y sigue chupando rueda de la noche a perpetuidad.