domingo, 3 de octubre de 2010

" LA CANCIÓN"

Hizo un parón y se percató de aquel sobre abandonado en la enorme piedra desde la cual observaba la calma del mar. Lo guardó en su mochila. Al cabo de un rato, optó por sentarse en su descuidado banco de madera preferido. Abrió lo encontrado,  y de su interior extrajo una partitura.
Se trataba de una canción, pero no una cualquiera. Era inédita para todo el mundo... compleja y sencilla; alegre y triste; rabiosa y tierna.
Consideró el hecho de que tanto las causas como las cosas perdidas pertenecen a los que se topan con ellas, ya sea de forma buscada o fortuita. Pensó que lo más justo tenía que ser elegir los elementos de la banda que iban a darle cuerpo, y en el estilo particular de éstos, hacerla tambien suya.

Las primeras señales iban a ser llevadas a cabo por la empatía crónica y la locuacidad desbocada, pues están permanentemente abonadas a lo que llegue. Sin leer apenas el remite anónimo de los fragmentados ritmos de la pieza... así la desmenucen, la mastiquen, y les acaricie las paredes del estómago hasta saciarlas en su digestión.
Consciente era de que tenían hambre de pentagrama musical... le habían rumoreado que venían de las cenizas disueltas en agua cristalina, y que tocaban en un conjunto de moribundas baladas, de esas que se inmolan con amores agónicos.
Con tal bagaje no se pone jamás en duda que van sobradas para llevar en volandas a todo impulso vital, o subido a los hombros, según se tercie; con el añadido de repartir generosamente su química hipnótica. A todo esto se le unía su amortiguante y mullida membrana estructural; encofrado ardiente de inflamable conversación, con la consabida llama interlabial siempre adherida de introspección, tutelada por un apéndice solapado de bondad.
Una vez cubiertas esas dos vacantes, se le ocurrió que el punto exacto de instrumentalización era cosa de el sentido común. Consciente de que ha mamado de las bocas de riego más técnicas y depuradas, no había otra opción mejor. Se despertaba postrado en el lecho de la naturalidad día sí... día tambien. Asimilando el no volver a tocar con su virtuosa improvisación; asumiendo a regañadientes su presente destete musical... (Al asomarle los molares se le tachó de no apto).
Tal vez le ha llegado la hora de probarse entre imperfectas e instintivas interpretaciones preñadas de crudeza interior. Sin renunciar a esos lastres de exquisitez clásica que le marcan ciertas reminiscencias de anteayer.
Las tareas vocales iban a correr a cargo de la verdad y la mentira. Espoleadas por sus diferenciados registros. Conocedoras de que del sanatorio de la sinceridad, al tanatorio de la falsedad, sólo un par de letras marcan la distancia... y por supuesto que tampoco se miran de reojo entre ellas, aunque rocen sus costados al formar alfabéticamente ante el tan exigente orden gramatical.
La voz aguda se funde con la grave. De la energía en otra escala, a el pasaje recitado que llega a enmudecer en cualquier punto y aparte. Subrayan a duo su particular entonación, y se escudan con los sentimientos protegidos entre paréntesis. Protegidas en un tono menor que apenas se sostiene en la escala. Y así rasean incansables sus cuerdas vocales por el desigual contorno de este relieve de estrofas musicadas.

Arriesgadamente y jugándoselo todo a una carta, se grabó a bocajarro  y del tirón, en una sola toma.
Con los cinco interactuando a la vez sobre la vorágine de aquella partitura... ahora tendida a lo largo y ancho de la superficie imaginativa.
Que cada persona incruste si quiere sus melodias entre los surcos cicatrizados y circulares de su vinilo favorito.

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